viernes, 14 de enero de 2011

Reseñas de novelas



La letra con sangre, sexo y drogas entra.

El poder del perro de Don Winslow

Norman Mailer decía que había dos formas de contar las cosas. O “entra un hombre fuerte en el bar” o “el hombre entra en un bar y rompe una silla”. Winslow se haría rico si reparase sillas pero como lo que vende es una novela rebosante de acción, subtramas bien engarzadas y temas universales, también se hará rico.

Todos los arquetipos son bienvenidos, ¿por qué? Porque no hay tiempo que perder. La prostituta de buen corazón, el héroe consumido, el villano con honor, el ácrata hombre de fe, el asesino sin alma, el pistolero solitario y el león caduco tienen cabida en esta novela que cuenta a lo largo de varias décadas la pelea contra el narcotráfico de Art Keller. Un policía mestizo de la DEA cuya humanidad le va abandonando a medida que olvida por qué intenta dejar un mundo mejor.

Apenas hay descripciones de los personajes, a menudo no sabes si ese día hace calor o si en la habitación hay sillas suficientes para todos. No importa, quieres seguir leyendo porque sabes que en cualquier momento alguien entrará a romperlas.

No es sólo una frecuencia cardiaca de acontecimientos lo que engancha de esta novela. Es que cada suceso está motivado por los tres elementos más febriles de la historia del hombre: la muerte, el sexo y el poder. Entonces claro, quieres más. Y la letra se te empieza a meter en tu agenda. Y empiezas a hacer planes dependiendo de las horas de lectura disponibles que te dejan y gracias a esa adicción empiezas a entender por qué es la novela que mejor te entrega a la fascinación de las drogas y su negocio.

Todo sucede con tanta celeridad y abundancia que cuesta leerla con ojos críticos. Además Winslow cuenta con otra virtud: no se queda a medias tintas. Es sucio cuando hay sexo, implacable cuando salpica la sangre y osado cuando habla del poder.

Otro de los aciertos de El poder del perro es su comienzo. Un capítulo flashforward, el único en la novela, que contiene el momento más truculento de la historia. Ese comienzo sirve de anestesia, más adecuado sería decir morfina, para que el resto entre mejor a los ojos del lector e introduce un cebo bien administrado que destapa la sed de saber quiénes y por qué son las víctimas de la masacre inicial.

A pesar de las altas dosis de violencia, El poder del perro no genera rechazo. Más bien la sangre es un lubricante vampírico, donde sabes que cualquier personaje camina por el alambre y que tu relación con él puede acabar en cualquier momento.

Por ahí gotean también algunos de los vicios de este relato. Hay una clara instrumentalización de los personajes, especialmente en el caso de los secundarios. Algunos parecen creados para cumplir únicamente una misión al servicio de los protagonistas, ya sea vengar su muerte, despertar complicidad o cumplir una cuota estético-racial.

Sucede algo parecido con los personajes principales, conocerlos a través de esta novela es como observar el paisaje a bordo de un tren de alta velocidad. Nos podemos hacer una idea general, apoyada por el efecto del arquetipo en nuestro imaginario, pero el detalle está borroso. Eso se nota sobre todo al finalizar la novela. Es entonces cuando una extraña sensación de vacío nos cae encima al acabar la última línea. Al ser una obra que prioriza la acción a los personajes, al acabarla podemos llegar a sentir que hemos estado ante unos desconocidos. Nos sentimos solos, con ganas de más. Es como una fiesta con extraños en tu casa, puedes pasarlo muy bien, pero al día siguiente nadie te ayudará a recoger los platos rotos.

Pero sin lugar a dudas, eso no convierte a esta novela en menos que imprescindible ya que el personaje perfilado con mayor mimo es uno que está presente en la vida de todos los personajes: la traición. Esta herramienta oficiosa para trazar el organigrama corporativo de lo ilegal, hace avanzar el relato e incendia los conflictos personales en un negocio cuya realidad ya casi se ha vuelto mítica. Si viendo la estupenda serie “The Wire” de HBO (que también adaptará El poder del perro a la pequeña pantalla) uno podía llegar a comprender cómo se mueve el tráfico de drogas a pequeña escala, la novela de Winslow supone una rabiosa cátedra sobre un mundo de altas esferas y bajos fondos en la élite del narcotráfico. En ellos la traición y la corrupción, el amor y el honor se funden con los negocios en una aleación indisoluble.

La aleación que inyecta El poder del perro se sintetiza con varios ingredientes. Uno de los principales es el aroma a realidad. El origen del actual sistema de carteles que domina el narcotráfico, la conexión Colombia-México-EEUU, la Contra, la reconstrucción del Distrito Federal tras el gran terremoto, la devaluación del peso y los opacos sucesos en torno a la muerte del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio son el contexto al que se conectan las tramas del mundo de Wislow.

Se puede caer en la tentación de acusarle de una perspectiva “gringa”, o de una reconstrucción “conspiranóica” de la realidad, sin embargo sus tesis son verosímiles, algo aún más importante que lo veraz a la hora de construir una ficción. Aún así, su propio autor confiesa que como decía García Márquez, en su obra hay más de memoria que de imaginación.

De él y de otros maestros latinoamericanos, Winslow también aprovecha ese toque entre mágico y comercial para contar algo que dura décadas como si durase horas. Además, no se puede obviar su abastecimiento de los clásicos del género negro, el suspenso y el mafioso (Chandler, Hammet, Forsyth, Ellroy, MacCarthy o Puzo). Por sus líneas, supuran los diálogos. Cortos y esquivos. Emerge la basura del mundo occidental y las tramas son como serpientes, ágiles y complejas. No hay blancos y negros, casi todo está cubierto de una capa de polución moral que hace dudar de la existencia de colores y de si importan. Pero si se quiere buscar una fuente en la forma de contar las cosas de Winslow hay que buscarla en los inicios del cine, ya que el montaje paralelo (ya saben, mostrar la joven atada a la vía y a continuación el tren saliendo de la estación y a continuación el sheriff saliendo al rescate a caballo) es el mayor cómplice en esta novela criminal.

Tal vez la influencia que menos se note sea la del propio Winslow. Creo que el escritor hace un valiosísimo ejercicio de anti-narcisismo para sacrificar “sus temas” (esos que si no existen en la obra de un autor, los críticos se encargan de inventar) a favor de aquello que encaja, que funciona, que hace avanzar los acontecimientos.

Por eso posiblemente, El poder del perro sea la mejor novela sin alma jamás escrita. Pero cuando se habla de un mundo en el que todos han vendido su alma al diablo, tal vez lo más honesto sea entregarse a una novela que al acabarla te deje abandonado, después de devorar páginas hasta las 3 de la madrugada y sintiendo que comprendes algo mejor el mundo del narcotráfico, ya que al menos ahora sabes lo que es tener adicción a algo.

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