jueves, 12 de agosto de 2010

Los mejores malos del cine I: Los zombies

No roban diálogos, cualquiera extra puede interpretar a uno, son lo bastante lentos (aunque en las últimas versiones corren que se las pelan) como para que los protagonistas tomen decisiones, se confiesen amor o incluso lo practiquen mientras son acorralados, no da penita matarlos, su personaje sólo necesita una motivación básica para tener cuerda para toda la película(comer cerebros o carne humana), si matan a uno puedes poner a otro (el sindicato zombie es una porquería), no hace alta darles un pie para que aparezcan en escena (es lo bueno de ser zombie: la movilidad deambulante), como nos demostró Michael Jackson bailan bien y además con un poco de tacañería en el catering y la ropa de los yonkis de la plaza del Día ya tienes media puesta en escena hecha.

El origen del zombie, viene de Haití donde era el castigo más temido del Vudú. Esta práctica consistía en envenenar a la víctima dejándole en un estado parecido a la muerte. Una vez dado por muerto y enterrado, era despertado con otro veneno, pero los daños cerebrales ocasionados en el proceso lo dejaban hecho un ser sin voluntad: perfecto para trabajar en las abundantes plantaciones.

En el cine vivió dos etapas. Llegó en los años 30 pero a pesar de que directores como Michel Curtiz trabajaron el género, su esplendor no llegó hasta los 60 con George A. Romero. Se dice que el zombie era un reflejo de la juventud, una masa básica y sin raciocinio que simbolizaba en su voracidad por la carne su atracción por la sociedad de consumo.

Ahora tiene un resurgir. Zack Sneyder se salió con su remake de George A. Romero "El amanecer de los muertos" y parodias con momentos brillantes (más en Zombies Party que en Zombieland) son las puntas de lanza para un movimiento que encuentra su caldo de cultivo en un cine, como el actual, que ahonda en formas violentas, entretenimiento de notable bajo entendido como sobresaliente y espectacularidad.

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